Dispersión de la energía debido al alargamiento del frente de onda
Sostiene el profesor Manuel García Velarde
que los maremotos son ejemplos paradigmáticos de este tipo especial de
ondas no lineales conocidas como solitones u ondas solitarias. El
concepto de solitón fue introducido por los físicos N. Zabusky y M. Krustal en 1965, aunque ya habían sido estudiados, a finales del siglo XIX, por D. Korteweg y G. de Vries, entre otros.
El fenómeno físico (y concepto matemático) de los solitones fue descrito, en el siglo XIX, por J. S. Russell en canales de agua de poca profundidad, y son observables también en otros lugares. Manuel García Velarde dice:
...en ríos (de varios metros de altura: mascaret del río Sena o bore del río Severn ) y en estrechos (como en la pycnoclina del estrecho de Gibraltar, donde pueden alcanzar hasta cien metros de amplitud aunque sean apenas perceptibles en la superficie del mar) o en el océano (maremoto es una ola gigantesca en un puerto que ocurre como etapa final de una onda solitaria que ha recorrido de tres a cuatro mil kilómetros a unos ochocientos kilómetros por hora, por ejemplo de Alaska a Hawái).
Otros tipos de maremotos
Existen otros mecanismos generadores de maremotos menos corrientes que también pueden producirse por erupciones volcánicas, deslizamientos de tierra, meteoritos o explosiones
submarinas. Estos fenómenos pueden producir olas enormes, mucho más
altas que las de los maremotos corrientes. Se trata de los llamados megamaremotos,
término que, si bien no es científico, puede usarse de forma poco
rigurosa para referirse a los maremotos generados por causas no
tectónicas. De todas estas causas alternativas, la más común es la de
los deslizamientos de tierra producidos por erupciones volcánicas
explosivas, que pueden hundir islas o montañas enteras en el mar en
cuestión de segundos. También existe la posibilidad de desprendimientos
naturales tanto en la superficie como debajo de ella. Este tipo de
maremotos difieren drásticamente de los maremotos tectónicos.
En primer lugar, la cantidad de energía que interviene. Está el terremoto del océano Índico de 2004, con una energía desarrollada de unos 32.000 MT.
Solo una pequeña fracción de ésta se traspasará al maremoto. Por el
contrario, un ejemplo clásico de megamaremoto sería la explosión del
volcán Krakatoa, cuya erupción generó una energía de 300 MT.
Sin embargo, se midió una altitud en las olas de hasta 50 m, muy
superior a la de las medidas por los maremotos del océano Índico. La
razón de estas diferencias estriba en varios factores. Por una parte, el
mayor rendimiento en la generación de las olas por parte de este tipo
de fenómenos, menos energéticos pero que transmiten gran parte de su
energía al mar. En un seísmo (o sismo), la mayor parte de la energía se invierte en mover las placas.
Pero, aun así, la energía de los maremotos tectónicos sigue siendo
mucho mayor que la de los megamaremotos. Otra de las causas es el hecho
de que un maremoto tectónico distribuye su energía a lo largo de una
superficie de agua mucho mayor, mientras que los megamaremotos parten de
un suceso muy puntual y localizado. En muchos casos, los megamaremotos
también sufren una mayor dispersión geométrica, debido justamente a la
extrema localización del fenómeno. Además, suelen producirse en aguas
relativamente poco profundas de la plataforma continental. El resultado
es una ola con mucha energía en amplitud superficial, pero de poca
profundidad y menor velocidad. Este tipo de fenómenos son increíblemente
destructivos en las costas cercanas al desastre, pero se diluyen con
rapidez. Esa disipación de la energía no sólo se da por una mayor
dispersión geométrica, sino también porque no suelen ser olas profundas,
lo cual conlleva turbulencias entre la parte que oscila y la que no. Eso comporta que su energía disminuya bastante durante el trayecto.
El ejemplo típico, y más cinematográfico, de megamaremoto es el causado por la caída de un meteorito
en el océano. De ocurrir tal cosa, se producirían ondas curvas de gran
amplitud inicial, bastante superficiales, que sí tendrían dispersión
geométrica y disipación por turbulencia, por lo que, a grandes
distancias, quizá los efectos no serían tan dañinos. Una vez más los
efectos estarían localizados, sobre todo, en las zonas cercanas al
impacto. El efecto es exactamente el mismo que el de lanzar una piedra a
un estanque. Evidentemente, si el meteorito fuera lo suficientemente
grande, daría igual cuán alejado se encontrara el continente del
impacto, pues las olas lo arrasarían de todas formas con una energía
inimaginable. Maremotos apocalípticos de esa magnitud debieron
producirse hace 65 millones de años cuando un meteorito cayó en la
actual península de Yucatán.
Este mecanismo generador es, sin duda, el más raro de todos; de hecho,
no se tienen registros históricos de ninguna ola causada por un impacto.
Algunos geólogos especulan que un megamaremoto podría producirse en
un futuro próximo (en términos geológicos) cuando se produzca un
deslizamiento en el volcán de la parte inferior de la isla de La Palma, en las islas Canarias (cumbre Vieja). Sin embargo, aunque existe esa posibilidad (de hecho algunos valles de Canarias, como el de Güímar (Tenerife)
o el del Golfo (El Hierro) se formaron por episodios geológicos de este
tipo), no parece que eso pueda ocurrir a corto plazo, sino dentro de
cientos o miles de años. Esta especulación ha causado una cierta
polémica, siendo tema de discusión entre distintos geólogos. Un maremoto
es un peligro para el lugar en que se encuentre o se origine, pero
también este fenómeno tiene ventajas hacia nuestro planeta.